viernes, 8 de junio de 2018

COMENTARIOS DE LA AMORIS LAETITIA MUY CONVENIENTES (1)


"No demos nunca a nada ni a nadie por perdido" (Papa Francisco)

El objetivo de estos Sínodos convocados por el Papa Francisco quedó hermosamente expresado en el número 89 de la Exhortación Postsinodal Amoris Laetitia: “no podremos alentar un camino de fidelidad y de entrega recíproca si no estimulamos el crecimiento, la consolidación y la profundización del amor conyugal y familiar”. En esta perspectiva, todo el documento se fundamenta en tres palabras claves que se deben entender como un contenido programático de toda pastoral: “acompañar, discernir, integrar”. Y estas se aplican según la llamada ley de "gradualidad". Podemos leer tres textos que nos iluminan en este sentido:
Amoris Laetitia 291: "Los Padres sinodales han expresado que, aunque la Iglesia entiende que toda ruptura del vínculo matrimonial «va contra la voluntad de Dios, también es consciente de la fragilidad de muchos de sus hijos». Iluminada por la mirada de Jesucristo, «mira con amor a quienes participan en su vida de modo incompleto, reconociendo que la gracia de Dios también obra en sus vidas, dándoles la valentía para hacer el bien, para hacerse cargo con amor el uno del otro y estar al servicio de la comunidad en la que viven y trabajan». Por otra parte, esta actitud se ve fortalecida en el contexto de un Año Jubilar dedicado a la misericordia. Aunque siempre propone la perfección e invita a una respuesta más plena a Dios, «la Iglesia debe acompañar con atención y cuidado a sus hijos más frágiles, marcados por el amor herido y extraviado, dándoles de nuevo confianza y esperanza, como la luz del faro de un puerto o de una antorcha llevada en medio de la gente para iluminar a quienes han perdido el rumbo o se encuentran en medio de la tempestad». No olvidemos que, a menudo, la tarea de la Iglesia se asemeja a la de un hospital de campaña".
Amoris Laetitia 294: "Pero «es preciso afrontar todas estas situaciones de manera constructiva, tratando de transformarlas en oportunidad de camino hacia la plenitud del matrimonio y de la familia a la luz del Evangelio. Se trata de acogerlas y acompañarlas con paciencia y delicadeza». Es lo que hizo Jesús con la samaritana (cf. Jn 4,1-26): dirigió una palabra a su deseo de amor verdadero, para liberarla de todo lo que oscurecía su vida y conducirla a la alegría plena del Evangelio".
Amoris Laetitia 295"En esta línea, san Juan Pablo II proponía la llamada «ley de gradualidad» con la conciencia de que el ser humano «conoce, ama y realiza el bien moral según diversas etapas de crecimiento». No es una «gradualidad de la ley», sino una gradualidad en el ejercicio prudencial de los actos libres en sujetos que no están en condiciones sea de comprender, de valorar o de practicar plenamente las exigencias objetivas de la ley. Porque la ley es también don de Dios que indica el camino, don para todos sin excepción que se puede vivir con la fuerza de la gracia, aunque cada ser humano «avanza gradualmente con la progresiva integración de los dones de Dios y de las exigencias de su amor definitivo y absoluto en toda la vida personal y social»". 
El fruto de este proceso sinodal estuvo basado en la escucha atenta y el diálogo sincero entre los participantes. El Papa, repetidas veces abogó por tal clima, pidiendo que se hablaran “las cosas claras”. Pero esta actitud de escucha no se limitó al aula sinodal. Por primera vez se realizó un cuestionario que debía llegar a las conferencias episcopales y a las parroquias. Este cuestionario debía ser respondido por cada Iglesia local. La voz de los fieles también era importante. Los pastores debían interpretar y transmitir las alegrías y las preocupaciones de las Iglesias locales. Como si eso no bastase, se invitaron a familias y a expertos a participar en el Sínodo Ordinario del 2014. La voz de los fieles y su sentir debían ser considerados. La novedad de este proceso sinodal se entiende a la luz de la puesta en práctica del espíritu del Concilio Vaticano II, lo cual se pudo percibir a lo largo del diálogo presente en todas las discusiones.
Tres puntos resumen la originalidad de esta exhortación post-sinodal. PRIMERO, llama a la Iglesia a despertar a una “creatividad misionera”, en lugar de colocarse a la defensiva (cfr. Amoris Laetitia 57). Subyace el modelo de una Iglesia en salida que quiere aprender y crecer como discípula a la luz del seguimiento de Jesús. Una Iglesia samaritana que se nutre de la misericordia y se entiende, ella misma, en necesidad de una conversión permanente. SEGUNDO, se invitó a no reducir la complejidad de los temas y las tareas por hacer. Vivimos un cambio de época y no existen recetas fáciles que puedan ser aplicables a todos los casos por igual. Hay que tomar en cuenta las condiciones concretas de cada persona y aplicar la ley de la gradualidad pastoral (cfr. A.L 289). La Exhortación es una maravillosa invitación a abrazar la complejidad de la vida con todas sus luces y sus sombras, para iniciar procesos antes que juicios. Este enfoque no significa caer en un relativismo. Al contrario, nos regresa al centro de la fe cristiana, a la praxis de Jesús de Nazaret, cuya misericordia nos invita al discernimiento continuo de cada situación y cada historia de vida. El discernimiento, lejos de ser un “arte” usado por algunos pocos, es el corazón mismo de la vida cristiana y su espiritualidad. Al discernir, recuerda el Papa Francisco, “la vida se nos complica maravillosamente” (Amoris Laetitia 308), pues ella es don y tarea, gracia y fatiga, providencia y libertad.
El TERCER criterio lo podemos expresar usando una idea desarrollada en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium: “La Iglesia no es una aduana, es la casa paterna/materna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas (Evangelii Gaudium 47). Lejos de cambiar y modificar doctrinas o formas vigentes de celebración de los sacramentos, el Papa Francisco nos está invitando a reformar nuestras mentalidades, a convertirnos y cambiar nuestra forma de aproximarnos y convivir con los otros/as, pues esa complejidad que nace del vivir juntos es lo que caracteriza a una auténtica vida humana.
Amoris Laetitia es una invitación a abrir espacios de participación, a confiar en la gracia de Dios que no descarta ni abandona a nadie y a emprender un camino de acogida e integración de todos aquellos que no participan hoy en la vida de nuestras casas, de nuestras familias o comunidades por tantos prejuicios que nos acechan. Como ha dicho Francisco: “no demos nunca a nada ni a nadie por perdido”. Por ello, antes de ser el hermano mayor de la parábola del hijo pródigo, seamos seguidores de Jesús, de su praxis misericordiosa, movidos por aquél que tocó a los que la Ley impedía tocar, que comió junto a los que muchos no podían aceptar, y que sanó a quienes la Ley daba por impuros y perdidos.

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