148. La educación de la emotividad y del instinto es necesaria, y para ello a veces es indispensable ponerse algún límite. El exceso, el descontrol, la obsesión por un solo tipo de placeres, terminan por debilitar y enfermar al placer mismo[144], y dañan la vida de la familia. De verdad se puede hacer un hermoso camino con las pasiones, lo cual significa orientarlas cada vez más en un proyecto de autodonación y de plena realización de sí mismo, que enriquece las relaciones interpersonales en el seno familiar. No implica renunciar a instantes de intenso gozo[145], sino asumirlos como entretejidos con otros momentos de entrega generosa, de espera paciente, de cansancio inevitable, de esfuerzo por un ideal. La vida en familia es todo eso y merece ser vivida entera.[144] Cf. Tomás de Aquino, Summa Theologiae I-II, q. 32, a. 7.
[145] Cf. ibíd., II-II, q. 153, a. 2, ad 2: « Abundantia delectationis quae est in actu venereo secundum rationem ordinato, non contrariatur medio virtutis» .
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